El casco histórico de la ciudad de Alcalá de Henares y su universidad, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998, en reconocimiento a su condición de primera ciudad universitaria planificada como tal que ha existido en el mundo
Los orígenes de la ciudad de Alcalá se remontan al nacimiento de la Complutum romana, ciudad que en sus más de cuatro siglos de existencia alcanzaría gran esplendor y una importancia que mantendría a lo largo de todo el periodo visigótico. Al período de dominación musulmana le debe Alcalá la construcción de una ciudad que con el tiempo será conocida como Al-Qalat-Nahar (El castillo del Henares) y de la que hereda su actual denominación.
Con la Reconquista Cristiana se produce la nueva reconstrucción en lo que supuso desde entonces su emplazamiento definitivo, en torno a lo que es hoy la Catedral Magistral. Sin embargo, hay que esperar a finales del XV para asistir al gran período de esplendor de la ciudad: en 1499 el Cardenal Cisneros funda la Universidad, produciéndose a partir de ese momento una renovación urbanística que convierte a Alcalá en una ciudad universitaria, siguiendo los cánones arquitectónicos clásicos.
Durante los siglos XVIII y XIX la ciudad inicia un periodo de decadencia. El traslado de la Universidad a Madrid en 1836 unido a las sucesivas desamortizaciones provocaron el cierre de varios conventos y el empobrecimiento del ya degradado ambiente cultural alcalaíno.
Hoy, tras la reinauguración de la Universidad en 1977, el desarrollo industrial de las últimas décadas y el reconocimiento como Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, Alcalá vive un período de expansión económica, turística y cultural desde el que se asoma al futuro con optimismo manteniendo estrechos lazos con su singular pasado.
Roma: Complutum
La conquista romana de la Carpetania parece que se inició con una campaña dirigida por M. Porcio Catón en el año 195 a. J.C. Posteriormente, los carpetanos, en alianza con vetones, vacceos y celtíberos, se constituyeron en una amenaza para Roma que ésta solucionó en el 192 a. C. por medio de Marco Fulvio. Las luchas terminaron, con la caída de Numancia, el año 133 a. C. en el que se inicia la pacificación, asentamiento y romanización de la zona.
No se tiene conocimiento de la fecha exacta en que los romanos ocuparon la ciudadela de San Juan de Viso y el castro del "Salto del Cura", pero las monedas del denominado "tesorillo de Zulema", parecen sugerir que antes de la mencionada caída de Numancia.
No obstante, en el año 80 a. J.C., durante las guerras entre Sertorio y Pompeyo, ya se menciona a Complutum, que en época de Augusto adquiriría gran importancia por su valor militar y como nudo de comunicaciones (entre vías primarias y secundarias se dice, en el "Itinerario de Augusto", que eran 23 las calzadas que permitían llegar a la ciudad).
La romanización empezaría en la población preexistente del cerro del Viso, cuyas fortificaciones se reforzarían a la vez que se tendía la red de calzadas. Posteriormente, con la paz de Trajano y de los Antoninos (siglo II), la población comenzará a descender al pie del cerro en busca de una zona con menos declive, más fértil y mejor comunicada.
Mosaico romano de las Cuatro Estaciones de la Casa de Baco en Complutum. En sentido antihorario desde arriba a la derecha: primavera, verano, otoño e invierno. El área que acabaría ocupando la urbe sería; desde la ladera del cerro del Viso hasta la actual nacional II (en la dirección norte-sur), y desde el Arroyo Torote hasta las puertas de Madrid y Santa Ana (en dirección este-oeste). Ello no excluye la existencia de edificaciones alejadas del casco urbano, como la villa que se descubrió en 1970 a la altura de la ermita de Nuestra Señora del Val. Complutum tenía el trazado típico de la ciudad romana, que arranca del campamento militar con dos calles principales que se cruzan; cardo y decumano.
La denominación de "Complutum" parece venir del verbo latino "compluere" que significa confluir o del término "compluo" (confluencia de aguas). El nombre sería bastante apropiado puesto que la población primitiva se encontraría en la "confluencia" de los ríos Henares y tenía la ciudad carácter de «civitas stipendiaria», es decir, que mediante el pago de un tributo o estipendio anual a la metrópoli conservaba el derecho a su autonomía y sus propios usos mientras no alterasen el orden establecido.
Durante la época visigoda la ciudad conservó su importancia, llegando a ser sede de obispado. En la Hispania visigoda fue sede episcopal de la iglesia católica, sufragánea de la Archidiócesis de Toledo que comprendía la antigua provincia romana de Cartaginense en la diócesis de Hispania.
Dominio Musulmán: Al Qalat La dominación islámica de la Península Ibérica arrinconó en las zonas más septentrionales de la Península a los pocos cristianos que conservaban su independencia. Los musulmanes, nuevos señores de casi la totalidad de la geografía hispana, requerían de un puesto fortificado en la ruta de Zaragoza a Toledo, que junto con las ciudades cercanas de mayor valor estratégico como Guadalajara o Talamanca, sirviera de apoyo a las razias que periódicamente se dirigían contra los reinos cristianos del norte. Estas fortificaciones tenían la función de impedir el descenso de las tropas enemigas hacia el curso medio del Tajo. Constituían, pues, las dos referidas ciudades y la fortaleza de Al-Qul’aya, levantada a orillas del Henares aguas arriba de la antigua Complutum, los tres puntos estratégicos que vigilaban y defendían el territorio frente al acceso de las huestes cristianas, que intentaban descender al valle del Jarama desde los altos de Somosierra, o llegar hasta el valle del Henares desde Atienza y las zonas orientales de Castilla, y desde Zaragoza
A principios del siglo X, el nuevo emplazamiento árabe de Alcalá no debía de ser más que una atalaya fortificada de reducidas dimensiones, a juzgar por terminología con que se la nombra en la primera noticia conocida que tenemos de Alcalá la Vieja. Según el Bayan-al Mugrib, en el año 920, reinando en Córdoba Abd-al-Rahman III, el gobernador de Guadalajara derrotó a una gran expedición de cristianos leoneses que había atravesado los puertos del Sistema Central con la intención de atacar Guadalajara. El emplazamiento que asediaron, cercano a Guadalajara, aparece reseñado como al-Qul’aya, que se puede traducir como “el castillejo”. Lévi-Provençal lo identificó como la pequeña fortaleza que precedió a la que dio nombre a la ciudad actual.