María Isabel Flores, Agua Hedionda, Veracruz

            Esa costumbre la hacemos en el mes de septiembre, cuando ya hay elote macizo. ¿Quién va a estar de mayordomo?, depende de la voluntad de cada uno. Hemos salido como mayordomos de la costumbre del elote como cinco veces. 

Eso lo hacemos porque el maíz tiene sentido. Como dicen, si no comemos un día, dos días, ya no tiene una ganas de caminar ni de hablar, porque no tiene nada en el estómago. Por eso dicen que el maíz es el que habla, eso es lo que tiene sentido.

Además, el maíz tiene su vida como persona: nace como niña en la siembra y se hace viejo, pero el día que vas a sembrar otra vuelta, se nace como niño otra vez. 

Cuando se hace la Costumbre del Elote, invita una a la gente. Hay que traer pollos, refresco, cerveza y aguardiente. Para hacer la costumbre en la milpa piden flores, canasta, papel de china y unos cien pesos de cera.

También el elote se le pone su vestido, Se le hace el mismo vestido de mujer Otomí que yo llevo. El hombre tiene su pantalón y camisa.  Y ya están saliendo los elotes como hombre y como mujer otomíes igual que nosotros. 

Para ir a la milpa, donde empieza la costumbre, es como a una hora y media, pues en el mes de septiembre llueve y se tiene que cruzar el arroyo. Ya llegando allá con él curandero los hombres empiezan a cortar elotes, le ponen una cruz de flores, le prenden unas ceritas, le echan tapa y media de aguardiente y traen unos elotes a la casa. 

Cuando los hombres van a la milpa, estamos preparando la comida para invitarlos a comer cuando vuelven de la milpa con los elote. A las diez de la noche se visten a los mayores elotes, que busca él curandero. Esos elotes se van a guardar hasta que llegue el otro año para sembrar otra vez. 

Una vez vestido el elote, empieza a tocar el trío. Baila una abrazando el elote con vela en las manos toda la noche. Una tiene gusto, se siente feliz porque se ve que hay maíz nuevo, ya va a haber maíz otra vez. 

De niñas aprendemos a bailar viendo como lo hacen los señores mayores. Yo no fui a la escuela, porque crecí huerfanita mi papá, apenas tenía seis años cuando él se murió. Mi mamá iba caminando hasta la plaza para traer pan y cuando llegaba ya estaba vendiéndolo. Así hacía mi mamá. 

La casa era de tabla nomás con hoja de papatla en el techo. Hablamos puro Otomí y nuestro vestido era el mismo que lleva el elote. Yo no tenía zapatos y cuando crecí tampoco. Ahora tengo cincuenta y seis años y apenas hace diez compré zapatos la primera vez. Para ir a la milpa, todavía ando con pies descalzos. Estoy acostumbrada a caminar así. 

Cuando ya es tiempo de sembrar, vamos dos o tres mujeres con canastas para llevar la comida. Diez hasta quince vecinos se juntan, con mano vuelta como decimos, para trabajar allá. Otra vez le amarran una cruz de flores a la milpa y le echan aguardiente para la tierra. Así es la costumbre. 

A veces pienso que no quiero  perder nuestras costumbres, pero a veces no podemos hacerlo porque falta dinero. Todas la cosas están caras y por eso a veces nomás una se pone a pensar: "¿Se va hacer o no?". 

Ahora estoy enferma. Además, ya tiene tres años que no hacemos la costumbre del elote. Y por eso tampoco una se siente bien. A veces hay otras que lo hacen, pero ahora todos están de evangelistas, que no les gusta esta costumbre. 

Por lo menos estamos pensando en hacer la costumbre una vez más para que aprenda también el niño chiquito. Ojalá que no se pierda la costumbre. Si no, creo que el maíz ya se confunde y la tierra también.

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Taken on: November 8, 2018

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