En la ranchería donde yo nací, pues era dura la vida. Mi papá vino acá prestando casa donde vivir y ya como fue trabajando, pues logró tener su terrenito. En aquel tiempo sufrimos bastante, y por haber sufrido por eso sé también valorar las cosas que hago.
Ahora hay mujeres que bien escogen a las parejas que van a tener. En aquel tiempo ya ni pensaba en que este hombre estará bueno o no. Nos empezamos a enamorar y dije: "Ya me voy a casar con este hombre, salga bien o salga mal, con este me caso. Si me deja, ya me voy para otra parte, pero ya no voy a volver".
Los papás de antes ¡ay, ya eran bien tercos! Para nosotros la hora de levantarse era a las tres de la mañana, a lavar los baldones de maíz y a moler con el molino. Cuando yo principié mi vida con mi marido a mí nadie me regalo nada.
De nuestro trabajo compramos un tractor viejito y aquí primero las tres hectáreas. Luego de repente ya nos ofrecieron otras doce hectáreas. Ya las agarré por pagos, y más allá nos volvieron a vender otras hectáreas. Hace como unos treinta y cinco años que estamos aquí y en total tenemos unas veinti y tantas hectáreas. El maíz nada más nos queda para las gallinas. Lo demás se vende.
Gracias a diosito que me dió el poder de tener ocho hijos. Cuándo los tuve, no busqué hospital, aquí los tenía yo a la pura fuerza. Las mujeres de ahora ya no, ahora ya son: "¡El doctor! ¡El doctor!, pero yo no fui buscando esas cosas. Mi marido no va a decir que gasto un quinto en mí por tener sus hijos.
Yo me quedé bien triste cuando mi hijo Rodolfo se fue como chavito de dieciséis años a Estados Unidos. ¡Cómo le lloraba yo a mi hijo porque no quería que se fuera! Le decía: "¡No te vayas, hijo!" , pero el dijo: "¡No, yo me voy!".
"Bueno", le dije, "si logras que te den dinero cómprate un terreno, cómpratelo". Ahí has escuchado mi consejo. Ahora él sigue trabajando allá, pero tiene su terreno acá. Yo nada más lo de mi hijo administro. Nómas cuando ya cosechamos, le decimos: "Sabes que ya cosechamos y tú milpa rindió tanto. Ahí está el dinero".
Igual fue con el tractor: "Mira, hijo, le doy consejo, ya sacamos un tractor y el tractor se va ir pagando así en cada cosecha". Entonces fuimos a una demostración y ahí vimos un tractor que desde que lo miré me alegró el corazón. Pues yo no necesito pantalones para comprar algo. Hicimos el negocio y llegamos a un acuerdo y se hizo, aquí está el tractor.
Mi otro hijo Berzain es el que maneja el tractor. Cuando
él está trabajando con la máquina, él esta ganando su día. Entonces él viene en la tarde con el dinero que ya ganó: "Tenga usted, mamí, esto gané" , así me lo reporta.
Todos mis hijos son machistas igual que el papá, ¿pues de qué sigue el ejemplo? Tercos, tercos en sus formas de portarse y todas bien vivas, nomás que los que tienen estudios ya alcanzarón más, pero les gusta trabajar.
Por eso, a mí no me gusta tanto que ellos manejen la plata. ¡No! ¡Les van a bruquear! Entonces si ya vamos a sembrar, lo que hacemos es lo que me pide mi esposo Catalino: "Dame la paga del diésel para ir a rastrear ese terreno", y le doy la paga de tres tambos de doscientos litros.
Sin embargo, como papá y mamá que somos de nuestros hijos, le dimos a cada quien dos hectáreas regaladas y ellos que paren sus casas como quieran cuando busquen sus mujeres. Ya cada uno tiene sus terrenos aparte. Así hicimos y gracias a Dios todos tienen sus casas bonitas.
Ahora me dicen todos, incluso un yerno me dice: "Ya no esté usted trabajando, suegra, no trabaje usted". Pero yo digo sigo trabajando, porque no estoy interesada en que ellos me den nada. ¿Para qué me van a quitar mis ideas y el gusto que tengo?
Eso depende de la persona, pues aquí tengo mis nueras y algunas son listas y algunas son huevecitos, pero yo no necesito de marido. Así le digo a mis hijos: "Ahora vive tu papá y si no viviera, yo sigo siendo la misma", porque me gusta trabajar.