Hola amigos,
Me gustaría explicar el porqué fotografío pájaros, y lo voy a hacer no con mis palabras, sino tomándolas prestadas de un libro que Josep Maria de Sagarra escribió en el año 1922, titulado “Los pájaros Amigos”, (lamentablemente la edición catalana está agotada, pero disponemos –gracias a la editorial Pre-Textos- de una excelente versión castellana, traducida por el poeta y profesor Antonio Cabrera, del año 2003), destinado a los niños de las escuelas que la Mancomunidad de Catalunya había abierto por entonces, con un propósito de renovación pedagogica.
"A veces, cuando vais por el campo y os tropezáis con un pájaro que echa a volar al oír vuestros pasos, seguro que de improviso sentís un respingo de alegría por los adentros al ver a la criatura tan delicada y fina que os ha hecho abrir bien los ojos.
Pero con toda seguridad, también que a muchos de vosotros os ha malaconsejado el demonio, y habéis pensado, ¡Lastima de escopeta!, o, por lo menos, ¡Lastima de no tener una piedra que te rompa las alas!.
Y ese vicio, ese deseo de atrapar viva o muerta a la criatura que no os ha hecho daño alguno, es uno de los vicios más negros y más extendidos por nuestra tierra; y la culpa, justo es reconocerlo, no siempre es vuestra.
Porque, aunque de pequeños se nos ha dicho que hemos de querer a nuestros padres y que es pecado robar y hacer daño a nuestros hermanos, no se nos ha dicho lo suficiente ni se nos ha hecho entender lo suficiente la necesidad y el deber que tenemos de respetar a los pájaros.
Si el muchacho que al salir de la escuela se encuentra por el camino un nido bien oculto entre las ramas de un arbusto, y lo coge y se lo lleva a casa, supiese el daño que hace, se guardaría de tocarlo como se guarda de escaldarse.
Muchas veces pensamos que nosotros, los hombres, lo hemos hecho todo, y que no necesitamos los servicios de las criaturas que Dios ha puesto en la tierra para ayudarnos.
¡Y pobres de nosotros, y pobres de nuestros campos, si no hubiese pájaros en el mundo!.
Mirad ese trozo de huerta, con cuatro coles y cuatro escarolas: ¿Creéis que con tres golpes de azada y tres riegos, y despejándolo un poco de hierbas, y dejándolo después a la buena de Dios, nuestras verduras camparían tan contentas? ¿Creéis que sin los pájaros, que a veces espantáis a pedradas y a quienes robáis los pollos, las tomateras que habéis plantado y que habéis cuidado os llegarían sanas y frescas al tiempo de la cosecha?.
Y quien dice del trozo de tierra dice de los campos y las viñas, y de los frutales y los olivares, y de toda clase de bosques, pues cada tipo de cultivos tiene sus especies de aves que lo defienden.
Y allí donde habéis plantado un árbol y levantado una casa, sin que vosotros los llaméis, acuden los pájaros, y os dicen cantando y piando: ¡Ya estamos aquí! ¡Aunque tú no nos lo agradezcas, venimos a servirte y seremos tus mejores amigos!.
Si todo el mundo, al ver un pajarillo, lo saludase como a un hermano y a un amigo a quien debemos muchas cosas, no diré yo que le saltaría encima y le acariciaría rozándole con las alas; pero, al menos, estoy seguro de que no escaparía despavorido y que pasaría como en los países donde se les respeta más que en nuestra tierra y donde los pájaros de los grandes jardines públicos no se mueven del pie de la chiquillería, ni tienen miedo de la gente.
Es verdad, por desgracia, que a la naturaleza la infancia se ligan y avienen ciertos instintos de crueldad contra las bestias del campo.
Pero estos instintos y esas malquerencias proceden siempre de un descuido, de una falta de atención por parte de los mayores, pues si a los niños se les enseñara el amor a los pájaros, sabrían amarlos de una manera más viva.
Porque el amor a los pájaros es un sentimiento que concuerda con el alma de los niños, más dulce, más tierna y más sensible a todas las pequeñas cosas; a las cosas llenas de encanto y gracia que llenan nuestros valles y nuestras montañas, que rodean nuestras casas de campo y vienen hasta el corazón de nuestras ciudades. Y, entre las cosas llenas de encanto, no hay duda de que los pájaros cantores y voladores se llevan la palma.
Dado que en el alma de los niños es donde adquieren siempre más calidez las delicadas maravillas de la naturaleza, es para todos, pero singularmente para los niños de nuestra tierra, para quienes se ha escrito este librito”, y, perdonad mi pedantería, para quien yo estoy haciendo mis fotos, para los niños y para todos aquellos que conservan en su madurez un alma sensible, abierta al amor a la naturaleza que nos da la vida.